Llegaron los primeros rayos de sol al valle del Huon, y aunque había pocas ganas de introducirse nuevamente en la fría mañana, pronto nos activamos, recogimos nuestro habitáculo, y nos preparamos un reconstituyente desayuno. Obviamente necesitábamos cafeína, pero eso lo aplacaríamos en nuestro recorrido hacía nuevos descubrimientos y aventuras.
La tareas de la caravana se tenía que realizar cada 48 horas, y tras el desayuno, dejamos lleno neutro depósito, luego vaciamos el de aguas grises, todos los apartamos necesarios conectados, la nevera en modo batería, y llenamos el tanque de combustible. Después de todo este trajín, fue necesaria una visara al visitar centre, para orientarnos en las actividades que iban a llenar ese día. a veces se hace divicil saber cuanto camino recorrer, donde te paras, haces la actividad, luego vas a otro sitio haces otra, y al final de día busca alojamiento. El centro de visitantes de Huonville, se encuentra como a unos 4 km del centro del pueblo, pero es muy recomendable dejarse asesoras por la encantadora mujer que lo regenta. Nos explico con todo lujo de detalles no sólo donde debíamos ir a buscar la fauna salvaje, si no los trekking más interesantes de la región, y de otras de Tasmania.
No habíamos dejado Huonville cuando divisamos Geeveston, un hermoso pueblo, con una historia ligada a la tala de árboles y la industria maderera.
La importancia de este pueblo en particular radicaba en que en una zona muy concreta en frente de una antigua casona, ahora bed and breakfast, se podía encontrar un río, y en este un mirador. Desde el mirador la vistas eran insulsas, pero, residía una colonia de ornitorrincos. Así, presurosamente nos dirigimos a nuestro destino, pero por desgracia no pudimos encontrar ninguno de aquellos extraños seres.
La carretera pronto nos fue internando en las montañas, donde existen muchas posibilidades de realizar diferentes trekkings y actividades, esa tarde tendríamos que conformarnos con las Hastings Caves y las Termals Springs, teníamos bien merecido una tarde de relax en una aguas calentitas y mineralizadas, para nuestros pobres cuerpos y mentes.
Las cavernas de Hastings, fueron encontradas por unos trabajadores de la madera cuando realizaban prospecciones, estos se lo comunicaron al gobernador de la época, que finalmente puso el dinero para que se realizara la exploración. La entrada se encuentra en un rainforest muy tupido, y la única forma de visitarlas en con un tour guiado; que por cierto tiene unas horas establecidas muy concretas y no admite ningún tipo de artilugio (trípodes, palos de selfies...) que no sean cámaras.
Las cavernas son extraordinarias por muchos motivos, unos de ellos por la cantidad de estalagmitas que se pueden encontrar,
otras por la profundidades que alcanzan y la cantidad de escalones que hay que subir y bajar, más de 800. sin embargo, el tour guiado está bien distribuido, y a parte de contar la historia de las cavernas, se embulle en una disquisición a cerca de las forma que adquieren los dientes elementos de la cueva, que si olas, que si cortinas, que si se parece al baicon, que ahí unas papas…
Tras el esfuerzo físico, necesitábamos el descanso de los justos, y relajar nuestros cuerpos en las fuentes de la madre tierra. Allá que nos ataviamos con nuestras mejores galas de baño y nos dispones a disfrutar de esa fuentes termales. Grande fue la desilusión, por que grande era la esperanza... se trataba de una piscina, llena de niños, y el agua estaba fría, muy fría. Luego es cierto que en uno de los paseos que hicimos por los alrededores (pasamos del evento baño), nos daban dos grifos para que diferenciáramos las aguas termales, pero claro, uno era de agua fría y el otro (este no termal ) de agua muy fría. Nada, un paseo, y al vehículo.
De vuelta a la población de Geeveston, decidimos dar una segunda oportunidad al avistamiento de ornitorrincos. Así, que nos dirigimos al mirador, y al llamado: “Paseo del Ornitorrinco”, vamos que el avistamiento estaba hecho para dummies; pero nosotros no los veíamos, hasta que al final, unas burbujas, un cuero que se movía: ¿era un pato? ¿era una garza?; noooo, era un ornitorrinco danzando en las frescas aguas del río.
Desde ese momento comenzó una locura de fotos, videos, más fotos, bajar y subir el río, cruzarlo…todo por la busca del ornitorrinco. después lo perdíamos y lo volvíamos a encontrar, los niños locales nos decían dónde había otra colonia y recorríamos el río y los encontrabamos, más fotos, más videos, aquello era un autentico episodio de National Geographic…
y cuando ya nos íbamos, pues va y resulta que nos encontramos con una señora con la que habíamos hablado durante la noche de los pingüinos de brunny island, y aparase otro ornitorrinco; así que ya os imaginaos lo que paso: mas fotos, videos…una autentica locura.
Tras continuar en la caravana, y repasar los detalle de nuestra caza fotográfica, no sabíamos dónde íbamos a dormir. Teníamos la intensión de llegar mañana a la Peninsula de Tasmania pero nos quedaban demasiados kilómetros por recorrer.
Empezamos nuestro ascenso por el valle del Huon, nos despedimos de huonville nuevamente y pasando por Kingston, rozamos Hobart
y nos dirigimos en una tarde muy ventosa a Sorell. En Sorell hicimos acopio de provisiones en nuestro hipermercado de confianza “Coles”,
y de ahí pasando frente a una granja de Berries que visitaríamos en otra ocasión ( ya eran más de las 7.30), condujimos como alma que nos lleva el diablo hasta Copping, pero como no teníamos suficiente, llegamos hasta el canal que divide la isla de la península de Tasmanía (El canal de Denison), y tras atravesarlo intentamos usar refugio a las 8.30, de una noche bien cerrada. Tras varias horas conduciendo finalmente dimos con un caravana park, y con alegría tocamos el timbre, de la casita dónde residían los dueños salió un señor algo malhumorado que nos dijo que tras las 6.00 pm no aceptaban a más caravanas. Miramos el parking casi vació con cara de sorpresa, y el único dato que nos aporto alguna solución es que estaba permitido pernoctar en el parking del hotel cerca del puente.
Allá que nos dirigimos nuevamente. La noche se había cerrado completamente en nubes. El viento soplaba como nunca lo habíamos oído, y nosotros descansamos nuestros cuerpos en una noche ventosa, tras un día extraordinario.