Realmente estos días no tenía ninguna intención de hacer un post, pero bueno, ante la insistencia trataré de redactar brevemente, las aventuras acaecidas durante los 5 días y las 4 noches que pasamos en el barco de buceo TAKA. Sí señores, a continuación disfrutarán de las Takaventuras ( ya os oigo enfervorecidos !!!!!).
Despertamos y nos dirigimos con presteza a la toma del desayuno, el buffet simple, pero con unas cuantas rebanadas de pan y con un bol de frutas íbamos a remediarnos hasta nuestra llegada al barco de buceo. En la recepción nos encontramos con un par de jubilados que habían decidido dar una vuelta al mundo, y estaban ante unos de los ordenadores de la recepción intentando sacar el recibo del hotel; tras un intercambio de ideas, terminaron hablándonos de una aplicación para el móvil (App de amadeus), que la verdad sea dicha no nos ha servido para nada, la compañía Virgin se resiste en nuestras manos, a hacer el check in online siendo imposible.
Tras esperar más de 45 minutos, llega el shuttle para llevarnos al centro de buceo, dónde se hizo una parada técnica para entregar licencias, firmar papeleo y pagar lo oportuno.
De ahí, por fin nos dirigimos a puerto, mientras contemplábamos al resto de pasajero y nos preguntábamos si iban a ser nuestros compañeros de viaje.
El barco, según me contaron era de tamaño medio, pues aunque para otros son reincidentes en este tipo de experiencias, siento deciros que para mí es la primera vez. Fuimos los últimos en llegar, pero los 14 componentes, los 14 supuestos buceadores aún no se habían ubicado. Las primeras horas son frenéticas, conoces a la tripulación en la medidas que los vas viendo, e inmediatamente se elige todo el material con su tallaje correspondiente, luego que asigna un sitio de buceo, que será tu reclamo durante todo el viaje, y tras eso nos llevaron a nuestro lugar de paz y tranquilidad el camarote número 4.
Las dimensiones son muy reducidas, pero al menos teníamos baño, con ducha y todo; cabían las maletas, una litera, en incluso un armario abierto con baldas.
Abrimos nuestras maletas, colocamos lo esencial, y rápidamente nos dirigimos a la planta inferior donde se encontraba la sala de reuniones que hacía las funciones de: meeting point, comedor, oficina y todo lo que nos podamos imaginar. Empezamos con un charla de seguridad, con los principios generales del barco y luego particularmente de la zona de buceo. Posteriormente el que iba a ser nuestro jefe de instructores, y por lo tanto responsable de las inmersiones; de nombre Ellis (Nueva Zelanda), presentó al resto de la tripulación: Mitch (Australiano); Martha ( Reino Unido); Kei (origen japonés); Aryn (Finlandesa); componían el grupo de instructores a excepción de la última que era Dive Master.
Aún, obviamente, no había tiempo para conocer al resto de los buceadores con los que íbamos a compartir la experiencia de los próximos días. Sin embargo se podían oír diferentes lenguas: francesa, china, japonesa e inglés.
La disciplina en el barco iba a ser muy férrea, sin contar el día del embarque, el resto de los días iban de la siguiente manera: 6.30 despertarse; 7:00 desayuno; 8.30 primera inmersión; 10:30 segunda inmersión; 12:15 almuerzo; 14:20 tercera inmersión; entre esta y la cena habitualmente podían dar algún tentempié que otro; 17:00 cena; 18:45 inmersión nocturna; 20:00 postres; y si te quedaban fuerzas pues tras la cena hacías sobremesa, para luego dormir algo y volver a empezar la demoledora rutina nuevamente. En medio de todo eso te tienes que cambiar, endulzar, colocar el equipo, secar las toallas….y un largo etcétera de tareas que nunca piensan acabar. Lo digo de verdad, lo viví y me cansó, pero recordarlo creo que es aún peor.
Conforme las horas se iban sucediendo en este Gran Hermano en el mar, los grupos se formaban y la gente por afinidad estaban más cómodos con unos que con otros. Haciendo memoria os diré que quizás los que iban mas a su bola era la Texana ( USA) y el Inglés que residía en nueva zelanda. Por razonas diferentes interpreto, una por que era una solitaria y el otro por que estaba reencontrándose así mismo (hacía un mes que era vegetariano y todo tiene su periodo de adaptación). Este último básicamente no respetaba los tiempos de las charlas que se daban previo al buceo, las horas de comida, tocaba los corales, hacía cosas extrañas debajo del agua y un largo so on, de cosas que era inevitable apreciar.
Los paisajes en el mar eran repetitivos, pero si es cierto que a este nivel los colores de diferentes gamas de turquesa se podía diferenciar, y las puestas de sol, aunque alguna de ellas estaban empañadas por las nubes de más allá del horizonte, traían una nueva gama de colores cálidos a nuestras vidas militarizadas.
En nuestro caso en concreto se hizo muy buena amistad con Heather la representante musical de un grupo llamado “California Honey drops”, con una pareja de francesas ( Ophelie y Llouise), y como adendum a todo esto un chino simpaticón que vivía en Hong Kong.
Las conversaciones versaban básicamente sobre el buceo, que si he visto un tiburón, que si a mí me encantan los pulpos, me gustan tanto que tengo toda mi casas llena de pulpos, calamares y todas sus subespecies, y no me los puedo comer por que es como si me comiera a mi primo; que si me gusta la vida macro, que si vi un pez pero no se como se llama y ahora me pego dos horas buscando en el libro gordo de Petete de los criaturas ( y digo criaturas que no peces, quiero que quede bien claro) marinas que existen en Australia; que si este instructor me gusta como bucea; que si se olvidan de llenarme los botellas de aire…En fin temas como veía banales en apariencia, pero que en definitiva se trata de un intercambios de opiniones tanto dentro como fuera del mar en la gran barrera de coral.
Los fondos marinos son muy bonitos, y aunque unos pueden gustar más que otros, lo mejor, lo que podemos destacar es a temperatura del agua. Esos 27 a 28 grados, permitían a personas como yo eliminar el neopreno y bucear libremente con un camiseta y el bañador; eso si que es vida. ¿Vimos tiburones? si. ¿Eran peligrosos? Lo cierto es que era mucho más peligrosos chocarse contra el coral; a parte de hacerte daño también destruías parare del hábitat de cientos de especies; esa es quizás la premisa más importante del buceador, somos meros contempladores no hay que insistir en interactuar. Aunque, uno un momento en el que interactuamos con un mero gigante, atigrado con manchas negras y cuerpo gris; siempre una experiencia grata. O cuando por casualidad, una tortuga marina, o una elástica y glamurosa serpiente marina pasa rozándote a unos pocos milímetros. Estos son unos de los momentos que se guardan particularmente en el recuerdo.
Los seres humanos se relacionan de diferente manera, y en espacios más pequeños pues siempre da pié a que la gente hable, comente, piense, imagine o tenga pruebas fehaciente que algunas de las personas han establecido un contacto más allá de lo meramente espiritual. Y en este barco también pasó. Hemos de decir que sin querer convertir esta página en una crónica rosa de la salida de prisión de la Pantoja, también es cierto, que este tipo de acciones dan vidilla, hace equipo, vamos que la conversación de patio de vecino viene bien para las horas muertas.
La antepenúltima noche fue apacible, la comunicación en el grupo era más fluida, y por lo tanto los lazos aunque débiles de amistad se iban estrechando, por fin las francesas nos invitaban a ron; jeje, sí ron. Parece increíble pero estas chicas se tenían guardado un as en la manga. Como nosotros no somos de bebidas espirituosas, decidimos declinar la invitación pero el chino simpaticón, decidió probar los manjares de la destilación mas rigurosa y en la cubierta del barco pasamos un rato interesante, efímero, pero interesante. Nos recogimos relativamente pronto, pues pensamos que el momento culminante sería la noche de despedida, y por que en la pizarra dónde cada día nos escribían el horario, versaba “games night”, pero los juegos reunidos nunca se llegaron a celebrar, un gran lástima.
FIELES SEGUIDORES.... LO SIENTO PERO EL WIFI NO FUNCIONA....MAS FOTOS MAÑANA....BSSSS
El último día empezó bien, estábamos cansados como todos los días, pero con fuerzas, no sólo para el buceo, si no, para que nuestro querido chef Daniel (país de origen : Alemania); nos deleitara con una de sus miradas asesinas y otro de sus menús repetitivos. Ni un sólo día, repito: “ni un sólo día”, se comió pescado ni productos del mar. Desde luego es el epitomo más grande en la historio del mar y del buceo, amén de otros posteriori claro esta. Pero sinceramente, con las caras que ponía cada día, y como explicaba el origen y la forma de cocinar los platos, uno sin rechistar, se comía lo que había, y sólo pensaba sobrevivir una noche mas en aquel barco rodeado del inmenso azul.
Los ritmos de buceo y comida se mantuvieron, hasta que ocurrió, el suceso, el hecho, lo indeseable. Tras la última inmersión diurna, el barco se puso en marcha pesadamente; y la mayoría de los habitantes del mismo, excepto la tripulación, emprendimos un grato reencuentro con morfeo. La mar se empezaba a agitar, pero por aquellos lindes, y sabedores de la vuelta a puerto, nos confiamos y continuamos con nuestros quehaceres. Por fin llegamos a nuestro último destino, que había sido también la meta en dos buceos anteriores, nombre: Stevent´s Bommies. Para más detalles se trataba de un buceo al rededor de un monolito de coral, según la experiencia y las ganas podía bajar a 15, 20, 25 metros; pero esta vez la haríamos nocturna.
El oleaje se dejaba sentir, y cuando llegamos a la zona de preparación del buceo, vemos como una de las instructoras, Martha; volvía de hacer una inspección. Nos hablaba de corrientes, pero que se podía realizar la inmersión. Cristina fue y habló personalmente con ella, y le confirmo lo que había dicho para todo el grupo, que exigían corrientes pero que el buceo era realizable.
Yo por mi parte no las tenía todas conmigo, primero: antes de sumergirte había que nadar unos 5 minutos, eso si a favor de corriente, segundo: eso de que hay corrientes no me gusta demasiado, y tampoco el saber si aumentaban o disminuían, y tercero: la noche simple hace que las cosas se vean de una manera algo diferente.
Sin hacer caso de mi pálpito inicial, nos fuimos al agua. Había que estar continuamente con el regulador en la boca, si no imposible no tragar agua. El grupo, es decir el equipo francés, así bautizado: las dos francesas, los dos españoles y la americana, desintegrado. La americana no podía bucear pues tenía que volar al día siguiente muy pronto y había entrado en DECO en la última inmersión. Una de las francesas con dolor de oído. Cuando por fin nos reunimos en el agua, empezó un momento de confusión. Unos arriba, otros se sumergían y volvían a aparecer. Nos alejábamos y luego otra vez cerca. Mientas el oleaje en medio de todo y sólo vislumbrábamos la luz del barco a unos 10 metros.
Finalmente nos sumergimos, agarrándonos de la cuerda que servía como sujeción al montículo. Y empezamos a descubrir vida marina. Sin embargo, la inmersión se hizo muy pronto pesada. Llegábamos a un extremos del montículo en el que las corrientes hacían que no pudiéramos avanzar, o si lo hacíamos era con mucho esfuerzo. Así, que dábamos la vuelta, y otra vez para el otro lado. Con esta rutina, llegaron pronto los 40 minutos que marcaba nuestro limite de tiempo. Volviendo al punto de partida, empezamos a sentir que las corrientes habían aumentado mucho. Era hasta difícil mantenerse sujeto a aquella cuerda, mientras que con la otra linterna en mano anunciabas a tu compañera y al resto que te encontrabas en buen estado; al menos de momento. Lo peor estaba por llegar.
Al terminar la parada de seguridad, sacamos nuestras cabezas del agua, y el oleaje eran tan intenso que era imposible escupir el regulador. Sin embargo, la cosas era fácil, solo teníamos que seguir la cuerda que estaba enganchada al barco y pronto estaríamos secándonos…tras avanzar un par de metros notamos que la resistencia de la cuerda cede. En breves instantes me encuentro con el cabo en la mano. Adiós a nuestro punto de anclaje con el barco, ahora si que nos encontramos a la deriva. Tras parlamentar mi compañera propone volvernos a sumergir, esperando que la corriente sea más débil a unos 2 metros y avanzar hacia el barco. Lo hacemos. Pero, infructuoso, nos alejamos más. Ya solo queda una salida, pedir ayuda. Levantamos muestras linternas al cielo, y el mirar a nuestro alrededor, vemos como otros buceadores emergen del agua negra como pelotas de goma en piscina de niño. Y todo lanzan su luz de auxilio al firmamento estrellado.
Desde el barco, se oye un ruido, era la zodiac, se dirige hacia nosotros, nos lanza una cuerda y nos agarramos a ella, yo con dos manos, y Cristina con dos manos, y la cámara ya dirá ella dónde la pudo ubicar. La zodiac aumenta velocidad, y nos vemos arrastrados por la superficie del mar con todo el equipo, los plomos , la botella…y sólo nuestras manos descubiertas agarrándonos a aquella cuerda como si se nos fuera la vida en ello. En el barco, al fin; pero: ¿a que precio?. Estamos cansados, extasiados, adrenalíticos, enfadados, castigados, borrachos de agua salada y con unas caras que nos llegaba a los pies. El buceo regular, la gestión de la supuesta emergencia muy mal.
Cuando por fin pudimos centrar nuestros sentidos en algo mas que no fueran nuestros maltrechos cuerpos, nos dimos cuenta de la situación. Una pléyade de buceadores en el agua con sus linternas en alto, y un caótico rescate en curso. Sólo se oían gritos de Ellis… quería hacerlo todo él, castigaba verbalmente a su equipo, mientras unos tras otros iban llegando buceadores al barco, ninguno sólo, todos arrastrados como arados en campo sin sembrar. Los ánimos fueron empeorando, y la tripulación estaba tan estresada que hasta el cocinero y el mecánico ayudaban a sacar gente del agua. Todo era furia, nada estaba en calma.
Llegar el último y soltar amarras fue uno. Empezábamos nuestra vuelta a puerto, y efectivamente habíamos tenido nuestro final de fiesta prometido.