lunes, 30 de noviembre de 2015

DIA 19 CAIRNS-SYDNEY (18 Noviembre 2015) by Adventure.

El día empezó con un sonido insistente de un despertador a las 4:30 de la mañana; el avión esperaba nuestros cansados cuerpos para trasladarnos a la ciudad de Sydney. Con nuestras inseparables maletas nos dirigimos a por un taxi y en menos de 20 minutos desde el centro de la ciudad de Cairns nos encontramos en el aeropuerto. 
Necesitando aún un gran café, y pensando en dónde lo íbamos a tomar nos colocamos en una cola interminable, de la que nosotros éramos los que dábamos la vez, y nos precedían un ingente número de asiáticos. La mañana era plácida, nosotros unos viajeros experimentados y este otro aeropuerto más en nuestras vidas. De repente una voz: “Alguien para Sydney”, y otra que respondía: “we, we..”, no onomatopeyando al vocablo francés, si no exaltando el “nosotros, nosotros”. Pero ¿Qué ocurría?, ¿Por que llamaban a este vuelo tan temprano? Sin lugar a dudas, era el sueño el que nos tenía a cámara lenta, el que nos confundió, el que nos llenó de una ignorancia plácida. Sí, nos habíamos equivocado de hora. 


Inmediatamente la descarga de adrenalina invadió nuestros cuerpos, facturamos, y acto seguido a una nueva cola de seguridad, tras ella buscamos nuestra puerta, y pasamos para embarcar y sentarnos en nuestros asientos, momentos después el avión despegaba rumbo a una de las ciudades más conocidas de Australia, y nosotros recitamos el mantra de los que escapan de un infortunio en un viaje con tantas paradas. 
Sydney se vislumbraba despejada, con una vista de pájaro que delimitaba sus corales bahías, y su irregularidades de casas y zonas acuáticas que tan característica la hace. Llegamos a casa de Dave en un taxi, subimos al piso número 13, y nuestro amable casero nos mostró las dimensiones del mismo y nos llevo a degustar la vistas desde las alturas (piso 29). Nos encontrábamos en uno de los laterales de conforman el rectangular Hyde Park. Desde ese punto podíamos contemplar los edificios del skyline, la Sydney Tower, El puente de Sydney y la Opera House. También se podía divisar parte de la bahía. Tras una charla con Dave, dejamos nuestras maletas, pues la habitación aún no había sido preparada y nos lanzamos a la aventura de la ciudad. 


Tras recorrer Hyde Park en su mismo centro, nos íbamos encontrando con el movimiento de una gran urbe, de sus turistas, de gente haciendo deporte, de los ejecutivos, de los manifestantes. En otros de los lados del cuadrilátero del parque, la iglesia de Santa Maria de la Cruz, pero nuestro destino final era la bahía. Acortamos por la Art Road, y nos pareció buena idea tomar un rico tentempié sobre las 12:10 pm, para descansar del intenso calor y contemplar la ingente cantidad de gente haciendo deporte, prácticamente de todas las edades, sin distinción de género, con todo tipo de calzado, con todo tipo de vestimentas, con y  sin música, en grupo o solos, por parejas o por tríos, allí todo el mundo hacía un running sin precedente; lo cierto que daba auténtica vergüenza estar comiendo en medio de ese torrente de vigorexia. 




Despidiéndonos momentáneamente de la Art Road, y dejando atrás el museo, nos internamos en el Jardín Botánico; era una excusa muy útil para degustar la sombra de los maravillosos árboles frondosos, y los descansos en bancos ó mirando a lagos mientras hidratábamos nuestros cuerpos. Fue muy sencillo aproximarnos a la bahía, y empezar a vislumbrar la Opera House en todo su esplendor. Como podéis imaginar hicimos todos los planos posibles de este a oeste, con puente y sin él; dimos apoyo a otras personas que querían realizarse fotos, y cuando ya creíamos que no podíamos encontrar un nuevo plano en el que salir o con el puente o con la Opera House, pues íbamos y copiábamos las ideas de algún asiático atrevido. 


Hicimos gala de nuestro afición en la búsqueda de un visitor centre, pero tuvimos mala suerte con la orientación, tras una breve comunicación con una antipatiquísima vendedora de tours, nos dirigimos a la zona llamada The Rocks. 


Esta zona de Sydney, era un antiguo barrio levantado por los convictos, unos de los últimos de hecho, y nos llevaba a una situación justa debajo del puente. Este puente también denominado puente viejo, fue construido en la época de depresión, allá por los año 30, costó la friolera de 65 millones de dólares australianos, terminado en los 60, la deuda no fue saldada por el estado australiano, hasta bien avanzado el año 1988. 
The Rocks, en estos momentos ha sido completamente restaurado, y se ha convertido en un icono de la ciudad. Por sus calles, se pueden encontrar casas de estilo colonial, que ahora sirven de asiento a multitud de negocios, principalmente cafés, restaurantes, algunas tiendas de moda, peluquerías…También se pueden encontrar lugares de moda, dónde la gente más selectiva de Sydney viste sus mejores galas (aunque no por ello estén más bien vestidos-según nos comenta un argentino afincado allí) para pasar una velada inolvidable, nosotros obviamente con nuestras pintas se nos permitió el paso por que eran las 15:00 de la tarde. 
En una estupenda pastelería de ascendencia belga no tomamos un cafe/batido, y descansamos del duro día. Allí descubrimos que la población hispano parlante no hay que denostarla en la ciudad, y hasta tres personas que trabajaban en el local procedían de países afines, encontrados allí por temas de trabajo pero también para aprender el inglés de forma fluida (seguro que a ellos se le permitiría sentarse en la entrada de emergencia). 


El día para nosotros no había llegado a su fin, decidimos tomar un ferry con destino a Manly, para disfrutar de las vistas  de la bahía. Hacía viento pero el clima era agradable, llegados a Mainly esperamos al atardecer en un agradable muelle, mientras veíamos como los colores del sol depuesto iluminaban el cielo de ámbar y rosa violeta. El regreso fue algo más duro, pero esperamos pacientemente para disfrutar del skyline, y la hermosa visión del puente y Opera House iluminados.






(Nota Cris: Al llegar a Sydney me di cuenta que me había dejado las gafas de sol graduadas en el coche de alquiler de Cairns….así que nada más aterrizar contacté con la empresa de alquiler de coches, a ver si me las podía mandar por transporte urgente a Sydney, pensando que en 24h podrían estar en nuestro nuevo destino…..que inocente era yo por esas fechas….)

viernes, 27 de noviembre de 2015

DIA 18. CAIRS-DAINTREE NATIONAL PARK. (17 Noviembre 2015) By Adventure

La mañana nos despertó cerca de la costa de Cairns, para colmo de todos los males, no sólo tuvimos una última inmersión que nubló prácticamente las anteriores, no sólo no habíamos descansado, pues lo motores del barco hacía atractivamente imposible un sueño continuo, es que llegábamos a puerto sobre las 8:00 am. Y, como recordaréis nos comentaron que llegaríamos sobre las 5:00 pm, así que teníamos todo un día por delante, y nada del viaje estructurado. 
Aún nos demoraríamos algo más, tras llegar a puerto, había que sacar las maletas, despedirse de los compañeros, hacer la foto de rutina del grupo entero (obviamente, fueron varias fotos y varias cámaras), y al centro de buceo para solventar problemas técnicos (Cris tuvo un problema en la antepenúltima inmersión con su jacket) y finalmente al Coral Court Tree; dónde no podríamos hacer el Check in hasta después de las 14:00. 

Allí dejamos las maletas, tomamos nuestras mochilas y decidimos conocer algo más del norte de Cairns. Alquilamos un coche pequeño y amarillo para variar, en un local llamado Rent Mini Car; dónde un simpático y agradable Mitch nos dio todo tipo de  explicaciones posibles sobre el coche, el seguro, y el viaje que íbamos a emprender. 

Y finalmente salimos de allí, no sin antes explicarnos el maravilloso coche amarillo de tamaño reducido con el que tomamos rápidamente la Capitán Hook Highway y nos dirigimos hacia el norte, con un presagio de mal tiempo que se vislumbraba en pequeñas gotas que impregnaban el parabrisas de nuestro mini. La carretera circulaba por la costa, y aunque serpenteaba como herpetario en la hierva, las vistas eran de preciosas playas blancas, con fondo azul, en ocasiones, y blanco pardusca en la mayoría. La salida de Cairns y hasta bien avanzada el autopista era de fácil conducción, pero cada kilómetro aproximadamente se interponía una rotonda que obligaba a disminuir la velocidad, por lo que el viaje no se hacía con la rapidez esperada. Algunas paradas en lookout señalados, las menos, el pequeño vehículo iba comiendo camino en pos de su destino. 


El primer pueblo importante era Mossman, y en las cercanías se encontraba uno de los núcleos más importantes para el turismo, y uno de los sitios desde dónde se sale para conocer la Gran Barrera de Coral, su nombre Port Douglas;  sin embargo, las horas apremiaban y decidimos pasar de largo. 


Nuestra siguiente parada Daintree Village. Un pequeño grupo de casas alrededor de la vía principal formaban este pintoresco pueblo, pero antes de llegar a él, nos desviamos para realizar una pequeña travesía por el Daintree River.


 En un aparcamiento cerca del río ofrecían diferentes excursiones para conocer a los cocodrilos, pero nosotros nos decidimos por el Solar Electric Boat, por dos motivos principales: 1) era ecológico y 2) al realizar menos ruido el motor podíamos tratar de ver a estos escurridizos y mortales reptiles. Compramos nuestra excursión por 25 dólares/adulto, y con la posibilidad de volver a realizarla en el caso de que no viéramos al gran cocodrilo llamado Eduard (el gran macho alfa) de mas de 4 metros de largo, y con unos dientes muy afilados. 
Solo comenzar el tour en una de las orillas nuestro guía y piloto del ecológico bote ya identifico una hembra, y luego varios cientos de metros después pudimos apreciar otro. 


Tras introducirnos en un pequeño entrante del río nos sentimos en plena selva admirando las pequeñas estructuras de nidos en ramas, martines pescadores, pero las ranas y las serpientes por desgracia se resistieron. 
Cuando ya creíamos termina nuestra excursión, a lo lejos, y detrás del ferry que cruzaba entre la Daintree Village y el Daintree National Park, nos encontramos con Eduard, gigantesco y majestuoso danzando por sus dominios húmedos. Un buen tour, con gente amable y muy recomendable. 


Finalmente llegamos a Daintree Village, y nos paramos a tomar un merecido plato combinado de carne de canguro, cocodrilo y pescado local (barramundi), con ensalada tropical. Cuando recogimos aquel tremendo plato, con esas exóticas carnes y llenos de frutas (que si kiwis, piña, dos clase de melón, naranja normal, naranja sanguina, zapote, papaya); no sabíamos que era aquello, si un plato combinado, o lo combinado en un plato. Por que recordemos que aquí se sirve todo con ensalada y papas, así que también iba su tomate, lechuga, pepino y su papas. Si era un hermoso plato, y sí, estaba buenísimo. Hicimos acopio de lo caliente y del postre lo frío, una gran combinación, quién lo hubiera dicho.

Tomar el coche, y rápidamente ponernos en la cola del ferry para pasar al otro lado fue nuestra acción más inmediata. Se trataba de este tipo de Ferrys que se desplazaban de un lado a otro del río, guiado por unas cuerdas de las que se servían para desplazar la mole que cargaba con más de 25 coches en su lomo. 


Y nuevamente en carretera. Una de nuestras ideas era la de poder ver a un ave del Rain Forest, el Cassowarie. Un ave un poco más pequeña que un avestruz, pero más grande que una gallina, de pico negro, pero con cuello azul, cresta amarilla. Nos comentaron que si teníamos mucha suerte podríamos verlos; así que nos fijábamos con avidez en los dos lados de la carretera. 

En el transcurso del viaje, y visto que las temperaturas habían aumentado, decidimos tomar un helado. En una pequeña granja, existía la posibilidad de degustar helados de piña, de frambuesa, zapote negro (este último tenía un sabor que quería aparentar chocolate, pero teniendo chocolate para que tanto subterfugio). 
El camino se iba estrechando, y nosotros íbamos haciendo alguna que otra parada; en la playa de Cabo tribulaciones, y luego un hermoso recorrido entre los manglares para apreciar la flora. 


Poco tiempo después emprendimos la vuelta, y tras una breve parada para conocer Port Douglas, que básicamente consistía en hoteles, y aparthoteles de bonito y sofisticado diseño, y una gran avenida dónde se de gustaban grandes platos de productos del mar, no tenía otro atractivo. 

Llegamos a Cairs bien entrada la noche, y tras llamar a la recepción, y llevar nuestras pesadas maletas a la habitación, arrastramos nuestros cuerpos hasta un italiano cerca o al hotel y dimos buena cuenta de una pizza, una pasta con productos del mar y una buenísima panacotta de maracuya. El día había sido muy largo, nosotros teníamos que volver a madrugar, y dormiríamos o no si el aire acondicionado decimonónico nos dejaba. 





miércoles, 25 de noviembre de 2015

DIA 14-DIA 17. CAIRS-GREAT BARRIER REEF

Realmente estos días no tenía ninguna intención de hacer un post, pero bueno, ante la insistencia trataré de redactar brevemente, las aventuras acaecidas  durante los 5 días y las 4 noches que pasamos en el barco de buceo TAKA. Sí señores, a continuación disfrutarán de las Takaventuras ( ya os oigo enfervorecidos !!!!!). 
Despertamos y nos dirigimos con presteza a la toma del desayuno, el buffet simple, pero con unas cuantas rebanadas de pan y con un bol de frutas íbamos a remediarnos hasta nuestra llegada al barco de buceo. En la recepción nos encontramos con un par de jubilados que habían decidido dar una vuelta al mundo, y estaban ante unos de los ordenadores de la recepción intentando sacar el recibo del hotel; tras un intercambio de ideas, terminaron hablándonos de una aplicación para el móvil (App de amadeus), que la verdad sea dicha no nos ha servido para nada, la compañía Virgin se resiste en nuestras manos,  a hacer el check in online siendo imposible. 
Tras esperar más de 45 minutos, llega el shuttle para llevarnos al centro de buceo, dónde se hizo una parada técnica para entregar licencias, firmar papeleo y pagar lo oportuno.


 De ahí, por fin nos dirigimos a puerto, mientras contemplábamos al resto de pasajero y nos preguntábamos si iban a ser nuestros compañeros de viaje. 
El barco, según me contaron era de tamaño medio, pues aunque para otros son reincidentes en este tipo de experiencias, siento deciros que para mí es la primera vez. Fuimos los últimos en llegar, pero los 14 componentes, los 14 supuestos buceadores aún no se habían ubicado. Las primeras horas son frenéticas, conoces a la tripulación en la medidas que los vas viendo, e inmediatamente se elige todo el material con su tallaje correspondiente, luego que asigna un sitio de buceo, que será tu reclamo durante todo el viaje, y tras eso nos llevaron a nuestro lugar de paz y tranquilidad el camarote número 4. 
Las dimensiones son muy reducidas, pero al menos teníamos baño, con ducha y todo; cabían las maletas, una litera, en incluso un armario abierto con baldas. 


Abrimos nuestras maletas, colocamos lo esencial, y rápidamente nos dirigimos a la planta inferior donde se encontraba la sala de reuniones que hacía las funciones de: meeting point, comedor, oficina y todo lo que nos podamos imaginar. Empezamos con un charla de seguridad, con los principios generales del barco y luego particularmente de la zona de buceo. Posteriormente el que iba a ser nuestro jefe de instructores, y por lo tanto responsable de las inmersiones; de nombre Ellis (Nueva Zelanda), presentó al resto de la tripulación: Mitch (Australiano); Martha ( Reino Unido); Kei (origen japonés); Aryn (Finlandesa); componían el grupo de instructores a excepción de la última que era Dive Master. 

Aún, obviamente, no había tiempo para conocer al resto de los buceadores con los que íbamos a compartir la experiencia de los próximos días. Sin embargo se podían oír diferentes lenguas: francesa, china, japonesa e inglés. 
La disciplina en el barco iba a ser muy férrea, sin contar el día del embarque, el resto de los días iban de la siguiente manera: 6.30 despertarse; 7:00 desayuno; 8.30 primera inmersión; 10:30 segunda inmersión; 12:15 almuerzo; 14:20 tercera inmersión; entre esta y la cena habitualmente podían dar algún tentempié que otro; 17:00 cena; 18:45 inmersión nocturna; 20:00 postres; y si te quedaban fuerzas pues tras la cena hacías sobremesa, para luego dormir algo y volver a empezar la demoledora rutina nuevamente. En medio de todo eso te tienes que cambiar, endulzar, colocar el equipo, secar las toallas….y un largo etcétera de tareas que nunca piensan acabar. Lo digo de verdad, lo viví y me cansó,  pero recordarlo creo que es aún peor. 

Conforme las horas se iban sucediendo en este Gran Hermano en el mar, los grupos se formaban y la gente por afinidad estaban más cómodos con unos que con otros. Haciendo memoria os diré que quizás los que iban mas a su bola era la Texana ( USA) y el Inglés que residía en nueva zelanda. Por razonas diferentes interpreto, una por que era una solitaria y el otro por que estaba reencontrándose así mismo (hacía un mes que era vegetariano y todo tiene su periodo de adaptación). Este último básicamente no respetaba los tiempos de las charlas que se daban previo al buceo, las horas de comida, tocaba los corales, hacía cosas extrañas debajo del agua y un largo so on, de cosas que era inevitable apreciar.
Los paisajes en el mar eran repetitivos, pero si es cierto que a este nivel los colores de diferentes gamas de turquesa se podía diferenciar, y las puestas de sol, aunque alguna de ellas estaban empañadas por las nubes de más allá del horizonte, traían una nueva gama de colores cálidos a nuestras vidas militarizadas. 
En nuestro caso en concreto se hizo muy buena amistad con Heather la representante musical de un grupo llamado “California Honey drops”, con una pareja de francesas ( Ophelie y Llouise), y como adendum a todo esto un chino simpaticón que vivía en Hong Kong.


Las conversaciones versaban básicamente sobre el buceo, que si he visto un tiburón, que si a mí me encantan los pulpos, me gustan tanto que tengo toda mi casas llena de pulpos, calamares y todas sus subespecies, y no me los puedo comer por que es como si me comiera a mi primo; que si me gusta la vida macro, que si vi un pez pero no se como se llama y ahora me pego dos horas buscando en el libro gordo de Petete de los criaturas ( y digo criaturas que no peces, quiero que quede bien claro) marinas que existen en Australia; que si este instructor me gusta como bucea; que si se olvidan de llenarme los botellas de aire…En fin temas como veía banales en apariencia, pero que en definitiva se trata de un intercambios de opiniones tanto dentro como fuera del mar en la gran barrera de coral.
Los fondos marinos son muy bonitos, y aunque unos pueden gustar más que otros, lo mejor, lo que podemos destacar es a temperatura del agua. Esos 27 a 28 grados, permitían a personas como yo eliminar el neopreno y bucear libremente con un camiseta y el bañador; eso si que es vida. ¿Vimos tiburones? si. ¿Eran peligrosos? Lo cierto es que era mucho más peligrosos chocarse contra el coral; a parte de hacerte daño también destruías parare del hábitat de cientos de especies; esa es quizás la premisa más importante del buceador, somos meros contempladores no hay que insistir en interactuar. Aunque, uno un momento en el que interactuamos con un mero gigante, atigrado con manchas negras y cuerpo gris; siempre una experiencia grata. O cuando por casualidad, una tortuga marina, o una elástica y glamurosa serpiente marina pasa rozándote a unos pocos milímetros. Estos son unos de los momentos que se guardan particularmente en el recuerdo.




Los seres humanos se relacionan de diferente manera, y en espacios más pequeños pues siempre da pié a que la gente hable, comente, piense, imagine o tenga pruebas fehaciente que algunas de las personas han establecido un contacto más allá de lo meramente espiritual. Y en este barco también pasó. Hemos de decir que sin querer convertir esta página en una crónica rosa de la salida de prisión de la Pantoja, también es cierto, que este tipo de acciones dan vidilla, hace equipo, vamos que la conversación de patio de vecino viene bien para las horas muertas.


La antepenúltima noche fue apacible, la comunicación en el grupo era más fluida, y por lo tanto los lazos aunque débiles de amistad se iban estrechando, por fin las francesas nos invitaban a ron; jeje, sí ron. Parece increíble pero estas chicas se tenían guardado un as en la manga. Como nosotros no somos de bebidas espirituosas, decidimos declinar la invitación pero el chino simpaticón, decidió probar los manjares de la destilación mas rigurosa y en la cubierta del barco pasamos un rato interesante, efímero, pero interesante. Nos recogimos relativamente pronto, pues pensamos que el momento culminante sería la noche de despedida, y por que en la pizarra dónde cada día nos escribían el horario, versaba “games night”, pero los juegos reunidos nunca se llegaron a celebrar, un gran lástima. 

FIELES SEGUIDORES.... LO SIENTO PERO EL WIFI NO FUNCIONA....MAS FOTOS MAÑANA....BSSSS

El último día empezó bien, estábamos cansados como todos los días, pero con fuerzas, no sólo para el buceo, si no, para que nuestro querido chef Daniel (país de origen : Alemania); nos deleitara con una de sus miradas asesinas y otro de sus menús repetitivos. Ni un sólo día, repito: “ni un sólo día”, se comió pescado ni productos del mar. Desde luego es el epitomo más grande en la historio del mar y del buceo, amén de otros posteriori claro esta. Pero sinceramente, con las caras que ponía cada día, y como explicaba el origen y la forma de cocinar los platos, uno sin rechistar, se comía lo que había, y sólo pensaba sobrevivir una noche mas en aquel barco rodeado del inmenso azul. 
Los ritmos de buceo y comida se mantuvieron, hasta que ocurrió, el suceso, el hecho, lo indeseable. Tras la última inmersión diurna, el barco se puso en marcha pesadamente; y la mayoría de los habitantes del mismo, excepto la tripulación, emprendimos un grato reencuentro con morfeo. La mar se empezaba a agitar, pero por aquellos lindes, y sabedores de la vuelta a puerto, nos confiamos y continuamos con nuestros quehaceres. Por fin llegamos a nuestro último destino, que había sido también la meta en dos buceos anteriores, nombre: Stevent´s Bommies. Para más detalles se trataba de un buceo al rededor de un monolito de coral, según la experiencia y las ganas podía bajar a 15, 20, 25 metros; pero esta vez la haríamos nocturna. 
El oleaje se dejaba sentir, y cuando llegamos a la zona de preparación del buceo, vemos como una de las instructoras, Martha; volvía de hacer una inspección. Nos hablaba de corrientes, pero que se podía realizar la inmersión. Cristina fue y habló personalmente con ella, y le confirmo lo que había dicho para todo el grupo, que exigían corrientes pero que el buceo era realizable. 
Yo por mi parte no las tenía todas conmigo, primero: antes de sumergirte había que nadar unos 5 minutos, eso si a favor de corriente, segundo: eso de que hay corrientes no me gusta demasiado, y tampoco el saber si aumentaban o disminuían, y tercero: la noche simple hace que las cosas se vean de una manera algo diferente. 
Sin hacer caso de mi pálpito inicial, nos fuimos al agua. Había que estar continuamente con el regulador en la boca, si no imposible no tragar agua. El grupo, es decir el equipo francés, así bautizado: las dos francesas, los dos españoles y la americana, desintegrado. La americana no podía bucear pues tenía que volar al día siguiente muy pronto y había entrado en DECO en la última inmersión. Una de las francesas con dolor de oído. Cuando por fin nos reunimos en el agua, empezó un momento de confusión. Unos arriba, otros se sumergían y volvían a aparecer. Nos alejábamos y luego otra vez cerca. Mientas el oleaje en medio de todo y sólo vislumbrábamos la luz del barco a unos 10 metros. 
Finalmente nos sumergimos, agarrándonos de la cuerda que servía como sujeción al montículo. Y empezamos a descubrir vida marina. Sin embargo, la inmersión se hizo muy pronto pesada. Llegábamos a un extremos del montículo en el que las corrientes hacían que no pudiéramos avanzar, o si lo hacíamos era con mucho esfuerzo. Así, que dábamos la vuelta, y otra vez para el otro lado. Con esta rutina, llegaron pronto los 40 minutos que marcaba nuestro limite de tiempo. Volviendo al punto de partida, empezamos a sentir que las corrientes habían aumentado mucho. Era hasta difícil mantenerse sujeto a aquella cuerda, mientras que con la otra linterna en mano anunciabas a tu compañera y al resto que te encontrabas en buen estado; al menos de momento.  Lo peor estaba por llegar. 
Al terminar la parada de seguridad, sacamos nuestras cabezas del agua, y el oleaje eran tan intenso que era imposible escupir el regulador. Sin embargo, la cosas era fácil, solo teníamos que seguir la cuerda que estaba enganchada al barco y pronto estaríamos secándonos…tras avanzar un par de metros notamos que la resistencia de la cuerda cede. En breves instantes me encuentro con el cabo en la mano. Adiós a nuestro punto de anclaje con el barco, ahora si que nos encontramos a la deriva. Tras parlamentar mi compañera propone volvernos a sumergir, esperando que la corriente sea más débil a unos 2 metros y avanzar hacia el barco. Lo hacemos. Pero, infructuoso, nos alejamos más. Ya solo queda una salida, pedir ayuda. Levantamos muestras linternas al cielo, y el mirar a nuestro alrededor, vemos como otros buceadores emergen del agua negra como pelotas de goma en piscina de niño. Y todo lanzan su luz de auxilio al firmamento estrellado. 
Desde el barco, se oye un ruido, era la zodiac, se dirige hacia nosotros, nos lanza una cuerda y nos agarramos a ella, yo con dos manos, y Cristina con dos manos, y la cámara ya dirá ella dónde la pudo ubicar. La zodiac aumenta velocidad, y nos vemos arrastrados por la superficie del mar con todo el equipo, los plomos , la botella…y sólo nuestras manos descubiertas agarrándonos a aquella cuerda como si se nos fuera la vida en ello. En el barco, al fin; pero: ¿a que precio?. Estamos cansados, extasiados, adrenalíticos, enfadados, castigados, borrachos de agua salada y con unas caras que nos llegaba a los pies. El buceo regular, la gestión de la supuesta emergencia muy mal. 
Cuando por fin pudimos centrar nuestros sentidos en algo mas que no fueran nuestros maltrechos cuerpos, nos dimos cuenta de la situación. Una pléyade de buceadores en el agua con sus linternas en alto, y un caótico rescate en curso. Sólo se oían gritos de Ellis… quería hacerlo todo él, castigaba verbalmente a su equipo, mientras unos tras otros iban llegando buceadores al barco, ninguno sólo, todos arrastrados como arados en campo sin sembrar. Los ánimos fueron empeorando, y la tripulación estaba tan estresada que hasta el cocinero y el mecánico ayudaban a sacar gente del agua. Todo era furia, nada estaba en calma. 
Llegar el último y soltar amarras fue uno. Empezábamos nuestra vuelta a puerto, y efectivamente habíamos tenido nuestro final de fiesta prometido. 



sábado, 21 de noviembre de 2015

DIA 13. BRISBANE-CAIRS (12 Noviembre 2015) By Adventure


Despertamos con los primeros rayos de sol a las 5:30 am de la mañana, y como teníamos hasta las 10:30 am para realizar el desplazamiento al aeropuerto; no podíamos quedarnos tantas horas ocioso, debíamos descubrir más de esta ciudad que nos había sorprendido gratamente. 

La idea era visitar el South Bank. Al cruzar unos de los múltiples puentes que atraviesan el río, nos llamo poderosamente la atención la cantidad de gente que a las 6.20 am ( recordemos que aquí a esa hora es como las 9:00 am de nuestro uso horario) estaba practicando deporte. Unos estaban corriendo, otros en bicicleta, los otros se reunían en un anfiteatro para hacer boxing, un poco más allá unas clases de jora gratuitas (pero no penséis que están tres locos haciendo joga, que va, más de 20 personas estirándose y retorsiendose en un prístino césped color verde). En definitiva, una actividad frenética. Nosotros sin un cafe en el cuerpo, decidimos visitar unos de los parque en memoria de la segunda guerra mundial, cruzar otro puente, esta vez peatonal y en medio del puente una cafetería para ciclistas, allí estaban aquellos seres enfundados en mallas, con sus bicis bien aparcadas y con los cafés en manos por que decidieron hacer una parada en su inicio de jornada. Lo digo con sinceridad, yo a esa hora ni me he duchado, y menos estar en un café tomándome algo con los amigos tras correr más de diez kilómetros. Descubrí por primera vez, que la simple visión del deporte me cansa, estaba realmente agotado. 





Llegar cerca de la Facultad tecnológica de Brisbane, pedir nuestro desayuno a base de un buen café, croissant y una variada fruta fresca, pagarlo , y luego llevarlo a la mesa, empezó a animarnos. Mientras observábamos el comportamiento local, pudimos descubrir algunas de las variantes de la zona. Un ejecutivo de traje y chaqueta impecable, con un jovencísima mujer a su lado, manoseaba la zona donde la espalda pierde su honorable nombre, mientras ella pagaba el importe de su desayuno  ( ¿pero donde estamos?,¿Esto no es por un lado la zona industrial y por otro la universidad?), no salíamos de nuestro asombro. Llegados a este punto y perdiendo unas frases más atento lectores con vuestro permiso, os diré, que luego a través de los periódico vimos como en la visita del Principe Carlos y su consorte Camila Parker a Australia, una señora sin querer le toco las partes descritas previamente, quizás sea lo haya puesto de moda. 


Un recorrido por el Brisbeane Botanic Garden, nos descubrió campos llenos de flores veraniegas, a pesar de estar sometidos a las 8.30 am de un calor que se iba convirtiendo en algo molesto. Llegamos a la orilla del río, y en su largo paseo nos cruzamos con diferentes variantes de corredores. unos con su perro, otros con un cochecito con el crío dentro, otros en parejas, en tríos, solitarios, en chanclas, descalzos…desde luego si algo me queda claro de esta ciudad es que son : 1) deportistas y 2) resistentes al calor. 


Volvimos a por nuestras maletas, y nos dirigimos al aeropuerto. El próximo salto no llevaría a Cairs, lineas aéreas: Virgin; turistas: los de siempre; vuelo: tirando a normal.



En el pequeño aeropuerto de Cairs permanecimos poco tiempo, un mudo taxista nos acercaría a nuestro hotel; dónde por fin la suerte nos daría en la cara como una buena tarta de merengue. Nos habían cambiado la habitación a una superior, una suit. Si es que todo es esperar, si esperan las cosas llegan, y llegan envueltas en un espléndido papel de celofán sin un enorme lazo, y una de esas postales dónde todo el mundo se deshace en elogios con millones de “smiles”; eso si EN EL TERCER PISO. Lo ojos eran como platos, nuestros ánimos en el subsuelo, ¿pero no ha visto este señor nuestras maletas?.


Conectamos el aire acondicionado sin más dilación tras subir los tres tramos de escalera, extenuamos deshicimos el equipaje y de allí viendo la hora nos dirigimos con presteza al visitor centre ( recordar que para nosotros los visitor centre son básicos, allí nos orientamos en la ciudades, organizamos nuestros tour, nuestras zonas preferentes, y hacemos los cambios pertinentes en los itinerarios, vamos nos dan la vida¡¡). La ciudad de Cairns es pequeña y apacible, y se compone de unas cuantas calles en cuadriculas, destinada sobre y para el turismo, con lo que con lo avezados que estábamos , nos costó muy poco orientarnos. 




El visitor centre presentaba unas características algo peculiares, pero eso no nos hizo sospechar. Nos atendió Dafne (este nombre es una licencia), una delgadísima, y arregladísima veinteñera con una voz fina como el papel y con un timbre de voz hiriente como un cuchillo afilado en la mas negra de las noche. Era cortés a su modo, pero no pudo ayudarnos. Necesitábamos planear el día posterior a nuestra vuela del buceo, pero todas las excursiones estaban ya empezadas para cuando llegáramos a puerto. 
Sin haber obtenido resultados en nuestros objetivos, decidnos visitar la zona de la laguna de Cairns. Descansamos en su pequeño muelle, mientras consultábamos a la compañía del barco de buceo cuando sería el regreso a puerto, tras confirmarnos las 5:00 pm, decidimos disfrutar de lo que restaba del día sin continuar en nuestra búsqueda de aventuras

Nos paseamos por el muelle, por la marina, por la laguna artificial dónde tanta gente disfrutaba de un baño que aligeraba la sensación de calor; y como culpen decidimos homenajearnos con un buen italiano y una buena pasta con un buen marisco. La noche se cernía sobre nuestras cabezas y necesitábamos descanso; en pocas hora comenzaría nuestra aventura en la Gran Barrera de Coral.